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No querer armar el árbol de Navidad puede ser un acto de autocuidado emocional, según psicólogos
Renunciar a decorar el árbol en las fiestas no siempre refleja indiferencia; puede responder a emociones complejas, pérdidas o la presión social que generan las tradiciones navideñas.
POR REDACCIÓN
Para muchas personas, la decoración navideña es sinónimo de alegría y celebración familiar. Sin embargo, existe un grupo que experimenta sensaciones opuestas al momento de armar el árbol de Navidad, y especialistas en psicología advierten que esta decisión puede ser una forma consciente de protegerse emocionalmente.
El rechazo a realizar esta tradición puede estar vinculado a sentimientos de estrés, melancolía o carga emocional. Aquellos que atraviesan duelos o ausencias familiares, ya sea por fallecimientos o distancias, suelen sentirse abrumados por los rituales propios de la Navidad.
Además, el final del año suele traer consigo una sobrecarga laboral, gastos elevados y múltiples compromisos sociales, lo que genera un agotamiento significativo. En este contexto, optar por no armar el árbol puede ser un modo de priorizar el descanso y la calma personal.
Por otro lado, la presión social para mostrarse alegres y cumplir con tradiciones puede resultar incómoda para quienes no se identifican con el ambiente festivo. Algunos prefieren celebrar la Navidad de forma más íntima, sencilla o personalizada, sin ajustarse a normas sociales establecidas.
En definitiva, la decisión de no preparar el árbol de Navidad no debe interpretarse como indiferencia hacia las fiestas, sino como un acto legítimo de autocuidado emocional y una manera diferente de enfrentar las festividades.