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Laprida, el patriota que siempre bregó por la independencia

El representante sanjuanino en el Congreso de Tucumán fue el presidente de aquella histórica sesión. Guiado por los ideales de San Martín, la lucha independentista se vio reflejada en su tarea legislativa.  

POR REDACCIÓN

09 de julio de 2019

Hombre de confianza de San Martín, Francisco Narciso Laprida resultó elegido como representante sanjuanino para el Congreso de Tucumán. Lo hizo en segundo término, luego de que el Teniente Gobernador, José Ignacio de la Roza designara a Fray Justo Santa María de Oro.

Patriota de altos valores, decidió impugnar su designación teniendo en cuenta que no se había dado participación a las comunidades alejadas. Sin embargo, San Martín en Mendoza e Ignacio de la Roza en San Juan se asesoraron con distintos abogados y dijeron que su elección había sido correcta, así lo sostiene el historiador Eduardo Carelli. Hay que aclarar que en aquella época se elegía un diputado cada 15.000 habitantes o fracción no menor a 7.500.  

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La responsabilidad que implicaba el servicio público hizo que los representantes cuyanos fueran uno de los primeros en llegar a la mística Casa de Tucumán para emprender la labor que llevaría a independizar definitivamente al territorio completando la labor iniciada en 1810 y refrendada a cada instante por los soldados argentinos en combate.

El general San Martín, estaba organizando el Ejército de los Andes, que debía llevar adelante la campaña libertadora a Chile. Necesitado de ayuda externa, urgía a los diputados cuyanos a declarar cuanto antes la Independencia. La presidencia en el Congreso tucumano era pro tempore, duraba aproximadamente un mes. Como propósito principal José de San Martín había encomendado la tarea de declarar la independencia al primer cuyano que ocupara el sillón presidencial. Así como Francisco Narciso Laprida impugnó su candidatura y fue el último elegido en la región, el sanjuanino fue el primer cuyano en ser designado como presidente. Fiel a sus convicciones cumplió a rajatabla el plan del Libertador. El 9 de julio de 1816, bajo su presidencia los congresales declararon la Independencia de las Provincias Unidas del Sud.

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”Nos, los representantes de las Provincias Unidas en Sud América, reunidos en congreso general, invocando al Eterno que preside el universo, en nombre y por la autoridad de los pueblos que representamos, protextando al Cielo, a las naciones y hombres todos del globo la justicia que regla nuestros votos: declaramos solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper los violentos vínculos que los ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojados, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando séptimo, sus sucesores y metrópoli. Quedan en consecuencia de hecho y de derecho con amplio y pleno poder para darse las formas que exija la justicia, e impere el cúmulo de sus actuales circunstancias. Todas y cada una de ellas así lo publican, declaran y ratifican comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y sostén de esta su voluntad bajo el seguro y garantía de sus vidas haberes y fama. Comuníquese a quienes corresponda para su publicación. Y en obsequio del respeto que se debe a las naciones, detállense en un manifiesto los gravísimos fundamentos impulsivos de esta solemne declaración. Dada en la sala de sesiones, firmada de nuestra mano, sellada con el sello del Congreso y refrendada por nuestros diputados secretarios.”, decía el acta.

Otro dato que destaca Eduardo Carelli, es que el sanjuanino Narciso Laprida hizo declarar como “Bandera Patria” al pabellón creado en 1812 por Manuel Belgrano. Es decir, que destacó la labor de los dos mentores de la patria que pasaron a la historia como los próceres más referentes del país.

Un poco más de su vida

Nació el 28 de octubre de 1786. Cursó sus estudios en el Real Colegio de San Carlos de Buenos Aires. Graduado de licenciado en 1810, participó en la formación de la Junta Provisional de Gobierno. En 1812 regresa a San Juan y fue electo Síndico del Cabildo. Fue quien en 1813 representó al pueblo contra los reclamos al gobierno de Saturnino Sarassa, lo que le valió ser encarcelado por el interventor posterior.

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Colaboró con José de San Martín en la organización del Ejército de los Andes. Ocupó la presidencia del Congreso de Tucumán durante el mes de julio de 1816.  En 1820 asumió como Ministro General de Gobierno durante en San Juan.

Miembro del Partido Unitario, representó a la provincia en el Congreso Nacional en 1824. El fusilamiento de Manuel Dorrego inició una guerra civil, a raíz de la cual Laprida se trasladó a Mendoza. Allí apoyó la revolución unitaria dirigida por Juan Agustín Moyano. El 22 de septiembre de 1829, las tropas al mando de Félix Aldao derrotaron a Moyano, muriendo en la matanza que le siguió más de un centenar de personas.

Doble versión de su muerte

Sarmiento sostiene que Laprida se puso al frente de un grupo de unitarios que se dispersaba después de la batalla. Alcanzado por una partida, y tras breve resistencia, Laprida fue derribado y degollado. El propio Sarmiento narraba que nadie pudo saber después qué fue de él.

Existe otra postura, que se apoyó durante mucho tiempo en trascendidos, que afirma que Laprida habría sido capturado sin poder oponer resistencia, lo habrían enterrado vivo hasta el cuello, y habrían hecho pasar un tropel de caballos sobre su cabeza. Su cadáver, conducido hasta el cabildo de Mendoza, donde fue identificado por el juez Ortiz, depositado en un calabozo, sin saberse luego más del caso.

El recuerdo de Borges

El gran escritor argentino, puso el acento en el sanjuanino Francisco Narciso Laprida con el poema Conjetural. Borges conjetura y mezcla los hechos históricos con otros ficticios. Puede entrar en la mente de un Laprida a la hora de su muerte. “Al fin me encuentro con mi destino sudamericano”, refiere Borges sobre lo que pensó Laprida.

“Zumban las balas en la tarde última.

Hay viento y hay cenizas en el viento,

se dispersan el día y la batalla

deforme, y la victoria es de los otros.

Vencen los bárbaros, los gauchos vencen.

Yo, que estudié las leyes y los cánones,

yo, Francisco Narciso de Laprida,

cuya voz declaró la independencia

de estas crueles provincias, derrotado,

de sangre y de sudor manchado el rostro,

sin esperanza ni temor, perdido,

huyo hacia el Sur por arrabales últimos.

Como aquel capitán del Purgatorio

que, huyendo a pie y ensangrentando el llano,

fue cegado y tumbado por la muerte

donde un oscuro río pierde el nombre,

así habré de caer. Hoy es el término.

La noche lateral de los pantanos

me asecha y me demora. Oigo los cascos

de mi caliente muerte que me busca

con jinetes, con belfos y con lanzas.

Yo que anhelé ser otro, ser un hombre

de sentencias, de libros, de dictámenes,

a cielo abierto yaceré entre ciénagas;

pero me endiosa el pecho inexplicable

un júbilo secreto. Al fin me encuentro

con mi destino sudamericano.

A esta ruinosa tarde me llevaba

el laberinto múltiple de pasos

que mis días tejieron desde un día

de la niñez. Al fin he descubierto

la recóndita clave de mis años,

la suerte de Francisco de Laprida,

la letra que faltaba, la perfecta

forma que supo Dios desde el principio.

En el espejo de esta noche alcanzo

mi insospechado rostro eterno. El círculo

se va a cerrar. Yo aguardo que así sea.

Pisan mis pies la sombra de las lanzas

que me buscan. Las befas de mi muerte,

los jinetes, las crines, los caballos,

se ciernen sobre mí ... Ya el primer golpe,

ya el duro hierro que me raja el pecho,

el íntimo cuchillo en la garganta”, Jorge Luis Borges .

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