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Descubrieron que la Vía Láctea podría no chocar con Andrómeda
Un nuevo estudio revela que la colisión entre la Vía Láctea y Andrómeda no es tan segura como se pensaba.
POR REDACCIÓN
Durante más de un siglo, la ciencia dio por hecho que la Vía Láctea y Andrómeda estaban destinadas a colisionar. Desde 1912, cuando los astrónomos detectaron que ambas galaxias se acercaban, se asumía que en unos 4.500 millones de años se fusionarían en una sola, bautizada extraoficialmente como Milkomeda.
Sin embargo, una reciente investigación internacional pone en duda ese desenlace. Gracias a datos de los telescopios espaciales Hubble y Gaia, y a 100.000 simulaciones que incorporan nuevas variables, los científicos concluyeron que la posibilidad de una colisión directa es solo del 50 por ciento. De hecho, en los próximos 4.000 a 5.000 millones de años, el riesgo de impacto es apenas del 2 por ciento.
El estudio, publicado en la revista Nature Astronomy y liderado por Till Sawala, astrofísico de la Universidad de Helsinki, incluyó factores antes pasados por alto, como la influencia gravitatoria de galaxias vecinas: la Gran Nube de Magallanes (LMC) y la galaxia del Triángulo (M33), satélites de la Vía Láctea y Andrómeda, respectivamente. Aunque pequeñas, estas masas alteran sutilmente las trayectorias de las galaxias principales.
A diferencia de trabajos anteriores que se basaban en valores fijos, este modelo consideró 22 variables con márgenes de error en masas, velocidades y posiciones. En la mitad de las simulaciones, la fusión ocurría. En la otra mitad, las galaxias pasaban cerca pero sin chocar, como naves cruzándose en la vastedad del espacio.
La influencia de LMC, que representa apenas el 15 por ciento de la masa de la Vía Láctea, puede alejar a nuestra galaxia del camino de colisión. M33, en cambio, ejerce una fuerza opuesta que favorece el acercamiento. Esta tensión dinámica entre varios cuerpos revela que el futuro cósmico no está sellado.
Dos posibles futuros emergen: en uno, la fricción entre los halos de materia oscura desacelera a las galaxias y conduce a su fusión. En el otro, no llegan a acercarse lo suficiente y quedan orbitando indefinidamente sin colisionar.
El telescopio Gaia, que continúa recolectando datos, podría aportar respuestas más precisas en 2026. Mientras tanto, los investigadores celebran este giro como una muestra de que los modelos cosmológicos aún tienen mucho por afinar. Como señaló el coautor del estudio, Carlos Frenk, pensábamos que la colisión era inevitable; ahora sabemos que no es tan seguro. Aunque la humanidad no estará presente para verlo, el destino de la Vía Láctea sigue abierto y es más incierto —y fascinante— de lo que creíamos.