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La lucha de Nicolás: vivir con discapacidad en un San Juan aún poco accesible
En el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, Nicolás Escobar cuenta su vida cotidiana atravesada por barreras sociales y estructurales y la resiliencia con la que sostiene cada logro.
Por Yanina Paez
En el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, la historia de Nicolás Escobar expone una verdad incómoda: la accesibilidad todavía es materia pendiente para la sociedad de San Juan. Entre rampas rotas, colectivos no adaptados y manejos administrativos lentos, su día a día revela cuánto falta para garantizar derechos básicos y como, a pesar de eso, se abre paso con resiliencia y esfuerzo.
Nicolás nació con mielomeningocele e hidrocefalia, dos condiciones que marcaron desde el inicio su movilidad y su salud. Pero también moldearon una fuerza que hoy él transforma en convicción. “A este día particularmente le digo ‘Día de los Derechos de las Personas con Discapacidad’, resalto esto más allá de que falta todavía mucho en esto de conseguir derechos y de cómo te recibe la sociedad”, dijo en diálogo con DIARIO HUARPE. Su mirada no es de resignación, sino de reclamo activo: una demanda para que la sociedad deje de hablar de inclusión y empiece a practicarla.
Su rutina es tan simple como desafiante. Por la mañana trabaja con su mamá en un pequeño taller de costura familiar. El resto del día lo dedica a estudiar en la Universidad de Congreso, donde es abanderado, un logro que lo llena de orgullo y que resume años de esfuerzo. Llegar hasta allí, sin embargo, no es fácil. El principal obstáculo aparece antes de cruzar la puerta del aula: el transporte público.
“La línea que yo tomo no tiene rampa, yo solo he visto dos líneas en la provincia que la tienen. Hay otros colectivos que las tienen, pero los choferes no las bajan o te dicen que no sirven”, relata Nicolás, con esa mezcla de cansancio y determinación de quien ya escuchó demasiadas excusas. Las dificultades no terminan ahí: rampas rotas, puertas demasiado angostas para su silla de ruedas, edificios que no contemplan accesibilidad, situaciones cotidianas que se vuelven barreras.
En ese camino, el apoyo familiar es fundamental. Su hermana lo acompaña a la facultad casi todos los días; su mamá y su papá sostienen tanto el trabajo como sus estudios; su pareja también es parte de ese entramado que le permite avanzar. “Hay una cuestión de resiliencia en esto y un entorno que acompaña un montón. Sin eso no podría”, afirma.
A pesar de las limitaciones del sistema, Nicolás avanza, se prepara, estudia y reclama. Sabe que su carrera no solo es una meta personal, sino una herramienta para abrir puertas que hoy están cerradas no solo para él, sino para miles de personas con discapacidad. Su reclamo es claro y urgente: más empatía, más políticas públicas efectivas, más accesibilidad real y menos discursos vacíos. Él lo sintetiza así: “Como sociedad debemos ser más empáticos y más abiertos a la diversidad, en este caso la discapacidad es una diversidad funcional”.