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Provinciales > Ciencia cotidiana

La ciencia detrás del inconfundible olor a tierra mojada: qué es el "petricor"

El inconfundible aroma a tierra mojada tras la lluvia es un fenómeno con nombre científico: petricor. Detrás de su fragancia se esconden compuestos químicos liberados por plantas y bacterias, y una fascinante explicación evolutiva sobre por qué esulta tan reconfortante.

POR REDACCIÓN

Hace 3 horas
Por qué la lluvia huele tan bien: la explicación química y evolutiva del petricor. FOTO: Gentileza

Ese momento en que las primeras gotas golpean la tierra caliente y un aroma intenso, terroso y fresco inunda el aire es una de las experiencias sensoriales más universales y evocadoras. No es casualidad ni magia pura: tiene un nombre científico y una explicación fascinante que mezcla química, biología y psicología humana. Se llama petricor.

El término fue acuñado en 1964 por los geólogos australianos Isabel Joy Bear y Richard Thomas, combinando las palabras griegas petra (piedra) e ichor (el fluido que fluía por las venas de los dioses en la mitología). Y es que este aroma distintivo es, en esencia, el "aliento" liberado por el suelo seco al recibir la humedad.

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La química del aroma a tierra mojada

¿Cómo se produce exactamente este fenómeno? Según un estudio publicado en la revista Nature, el petricor es el resultado de la liberación de una sinfonía de compuestos químicos que se activan con el agua. Dos procesos son los protagonistas:

  1. Aceites Vegetales: Durante períodos de sequía, muchas plantas segregan aceites esenciales que se acumulan en la superficie de la tierra y en las rocas. Estos aceites, con la lluvia, se volatilizan y se dispersan en el aire.

  2. La Geosmina: Este es el componente estrella. La geosmina es un compuesto orgánico volátil producido por ciertas bacterias del suelo, principalmente del género Streptomyces (un tipo de Actinobacteria). Estas bacterias son abundantes y, al morir o activarse con la humedad, liberan esta molécula. El olfato humano es extraordinariamente sensible a la geosmina, capaz de detectarla en concentraciones mínimas (partes por billón).

La combinación de estos aceites vegetales y la geosmina, junto con otros compuestos como el ozono que puede generarse durante las tormentas eléctricas, crea el inconfundible perfume natural que asociamos con la lluvia de verano o el final de una larga sequía.

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Un aroma cargado de historia y emoción

La fascinación por el petricor va más allá de lo químico. La neurociencia sugiere que este aroma estimula áreas cerebrales profundamente vinculadas a la memoria y a las emociones. Actúa como un potente desencadenante de recuerdos, a menudo positivos y nostálgicos.

Pero hay una teoría aún más profunda: el vínculo evolutivo. Para las sociedades ancestrales que dependían de la agricultura y la caza, el olor a tierra mojada era una señal de supervivencia. Anunciaba el fin de una sequía peligrosa, el retorno del agua, el renacimiento de las plantas y la llegada de tiempos de abundancia. Esa asociación positiva —olor a lluvia igual a seguridad, fertilidad y esperanza— podría haberse grabado en nuestro inconsciente colectivo a lo largo de milenios. Esto explicaría por qué, aún hoy, ese aroma nos provoca una sensación innata de calma, bienestar y conexión con la naturaleza.

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¿Dónde se percibe con mayor intensidad?

El fenómeno no es igual en todas partes. Se percibe con mayor intensidad en zonas áridas, semiáridas o desérticas tras largos períodos sin precipitaciones. En estos escenarios, los aceites y las moléculas de geosmina se acumulan durante semanas o meses en el suelo seco. Cuando finalmente llega la lluvia, se liberan de manera abrupta y masiva, generando una explosión aromática muy potente.

Por el contrario, en regiones con lluvias frecuentes y suelos constantemente húmedos, el olor es mucho más tenue o casi imperceptible, ya que la tierra no tiene tiempo de acumular esas concentraciones significativas de sustancias.

El petricor es, por lo tanto, un fenómeno multisensorial. No es solo un proceso químico-biológico; es un puente sensorial con nuestro pasado. Activa memorias colectivas, emociones primarias y nos recuerda nuestra íntima e histórica dependencia del entorno natural. La próxima vez que ese aroma inunde el aire, sabremos que no solo estamos oliendo la lluvia, sino también el eco de la historia de la humanidad y su eterno vínculo con la tierra.

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