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Liliana Villanueva: "La memoria es fragmentaria, pero escribir no ficción es recuperar el recuerdo"
POR REDACCIÓN
30 de octubre de 2019
Dentro del fecundo terreno de la crónica Liliana Villanueva reconstruye los días de la Caída del Muro de Berlín en su último libro, "Otoño alemán", una narración que 30 años después y a través de un registro autobiográfico ilumina la experiencia de dos universos antagónicos y cristaliza el clima de una época en la que el mundo cambió para siempre. La noche del 9 de noviembre de 1989, mientras leía recostada en su departamento de Berlín, donde se había instalado para pronto comenzar su primer trabajo como arquitecta, Villanueva recibía un llamado de su novio desde Hamburgo que le avisaba la noticia y le pedía un favor: que vaya a la Puerta de Brandenburgo a mirar lo que estaba pasando. Testigo circunstancial de la historia, y sin ser turista pero tampoco local -vivía allí desde 1986-, la autora de "Lloverá siempre" y "Sombras rusas" escribió esa experiencia en esta crónica casi novelada publicada por Blatt y Ríos que se concentra en esa fecha pero que viaja a la vida soviética reciente a través de sus detalles en contraposición con la vida capitalista, y compone un retrato social de Berlín en los años 90, luego de la disolución de las fronteras. - Télam: ¿Cómo fue la reconstrucción de esos días? - Liliana Villanueva: Tenía tan incorporada mi vida en Alemania que no pensé que se convertiría en tema para un libro de viajes, no tenía nada escrito de esa época. Tampoco fue mi primera intención escribir sobre el muro de Berlín. Pensaba hacer crónicas urbanas y de personajes pero el muro fue ganando espacio hasta convertirse en tema principal. - T: ¿Cómo trabajó la linealidad, cuando la memoria suele llegar fragmentaria? - L.V.: La memoria es fragmentaria, pero escribir no ficción es recuperar el recuerdo, quedarte ahí, en las imágenes, prestarle atención a los detalles. Es increíble todo lo que podés recordar si mantenés esa atención de manera continuada. Entonces, la linealidad del texto y la forma vienen por añadidura. - T: "¿Por qué no dejo vivir y me dedico simplemente a observar?", se pregunta la narradora. ¿Cómo influyeron esos años en la escritora que vino después? - L.V: Desde chica escribí cartas, largas cartas que no tenía intención de publicar, y más tarde diarios y cuadernos de viaje, aunque sin pretensiones. Siempre viví rodeada de periodistas, pero fue en Moscú cuando me convertí en periodista de casualidad. Tuve la suerte de conocer la RDA antes de la apertura del Muro y porque conocía la realidad comunista pude interpretar muchas actitudes y reacciones, como la del chico del Este que se sorprende porque los autos en Occidente tienen precios. - T: En línea con esta relectura desde el presente ¿cómo la modificó haber vivido aquella experiencia tan particular del 9 de noviembre? - L.V: Haber vivido en primera línea la "caída" del Muro o la transición de Rusia al capitalismo me sensibilizó todavía más hacia las historias de las personas que sufrieron esos hechos como para caer en lugares comunes del periodismo, en abstracciones o en la simplificación del relato histórico. Las contradicciones entre los sistemas todavía me ocupan, como en mis últimos viajes a China, donde intento buscar más allá de las apariencias los restos de la mentalidad comunista o la cultura "milenaria" en lo actual. - T: En un capítulo plantea los lugares comunes en torno a esa fecha, esas frases que se repiten como, incluso, la "Caída del Muro", lo que le permite reflexionar sobre los automatismos de la lengua. ¿Cuál era el gran lugar común en el que no quería caer al reconstruir esos días? - L.V: El lugar común de la "caída" del Muro es inevitable por lo sintético. En alemán dicen Maueröffnung o "apertura" del Muro, que es más correcto. Justamente la atención sostenida de los hechos y contar la historia a través de los personajes hace que uno se corra un par de pasos de esos facilismos de la lengua. - T: Sus libros se imbrican en un recorrido que la sigue en el tiempo, como "Sombras rusas", sobre sus años en aquel país. Sin embargo, no son trabajos confesionales. ¿Es una preocupación no caer en la centralidad del yo? - L.V: La primera persona de la crónica o del libro de viaje es un "yo" levemente desplazado. El tema principal es el lugar, la gente del lugar, el idioma, la repercusión de los hechos en quien viaja. Un buen cronista de viaje debe saber ponerse a un costado. - T: ¿Este libro puede leerse en diálogo con "Sombras rusas", donde indaga en la desintegración del mundo soviético a principios de los 90? - L.V: "Otoño alemán" es el tiempo anterior a "Sombras rusas", y aunque no me lo planteé, se estableció un diálogo. Quería escribir un libro de viaje, crónicas urbanas berlinesas a la manera de Joseph Roth, que es un relato fragmentario, pero me salió otra cosa. La pregunta es: ¿cuándo termina el viaje si viviste cuatro o diez años en un lugar? ¿Es un viaje o se transforma en una porción de vida? Toda escritura de viaje es autobiográfica. No hay viaje sin viajero, pero esa persona que narra tiene que mirar hacia afuera.
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