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Comunidad > Unidos por el Agua - Testimonios

“Necesitamos que el gobierno nos escuche” el reclamo de la comunidad Taquenca

Nadia Aguirre, miembro de la comunidad huarpe Salvador Talquenca, describió la campaña como el “mejor regalo del año”, pero elevó un llamado desesperado: el gobierno debe actuar de inmediato.

Hace 13 horas
El mensaje de Nadia Aguirre resume el dolor de un pueblo olvidado, pero también su determinación por seguir luchando.

Este sábado 4 de octubre, la campaña solidaria “Unidos por el Agua” llegó hasta Las Trancas, el último poblado del tramo final de la cuenca del río San Juan, en el límite con San Luis. La caravana, compuesta por estudiantes, docentes, técnicos, militantes y vecinos solidarios, no solo llevó donaciones a las familias del lugar: también renovó un reclamo histórico que resuena hace décadas en las comunidades rurales e indígenas del sureste sanjuanino: la construcción del acueducto Encón–Las Trancas y la restitución del agua a las Lagunas de Guanacache.

Desde el territorio, Nadia Aguirre, miembro de la comunidad huarpe Salvador Talquenca, expresó con emoción el impacto de la campaña y, al mismo tiempo, elevó un pedido urgente al Estado. Para ella, la jornada fue “el mejor regalo del año”, pero advirtió que el sufrimiento del pueblo huarpe no se resuelve con gestos aislados: “Necesitamos que el gobierno nos escuche y que, al menos, empiece el acueducto”.

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Una vida lejos del río, más cerca del abandono

La comunidad Salvador Talquenca vive en un territorio extenso y disperso entre Encón y el límite con San Luis. Las familias están distribuidas a lo largo de la zona, muchas a varios kilómetros de la ruta y sin acceso a agua ni señal. Esto, según relató Aguirre, responde a una historia distinta: “Antes, cuando había río, el agua se desparramaba y la gente construía sus casas lejos, para no perderlo todo con las crecientes”.

Hoy, el río ya no llega. La falta de caudal —agravada por décadas de mala gestión hídrica— ha llevado a la zona a un proceso de desertificación agudo. Sin agua, sin conectividad, y con puestos habitados a varios kilómetros entre sí, la comunidad enfrenta un aislamiento estructural. “Hay vecinos que viven a 3, 5 o más kilómetros. No hay señal. Algunos tienen wifi con antena, pero apenas se alejan, se pierde todo”, explicó Aguirre.

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Este aislamiento físico también profundiza la desconexión emocional y política: “La gente que pasa por la ruta cree que acá no hay nadie. Pero sí hay. Hay niños, hay abuelos, hay necesidades, enfermedades... Solo que no se ven”.

Un regalo que trajo algo más que ayuda

En ese contexto, la llegada de la campaña “Unidos por el Agua” fue más que un alivio material. Aguirre la describió como un hecho “mágico”, una oportunidad de reencuentro entre vecinos dispersos y de conexión con personas de fuera que se interesan, que quieren saber “cómo vivimos y cómo estamos”.

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“El simple hecho de que hayan venido, que se acerquen a vernos, eso para nosotros es un regalo. Les puedo decir que es el mejor regalo del año”, sostuvo conmovida.

“Queremos el acueducto, no más promesas”

Aguirre no perdió de vista lo esencial: la campaña visibiliza, pero no resuelve. La solución de fondo —repetida por generaciones— es la construcción del acueducto Encón–Las Trancas, una obra fundamental para garantizar agua potable y productiva a las familias de la comunidad.

“Nos han prometido muchas veces, pero no hacen nada. Sabemos que una obra así no se hace de un día para otro, pero si no empezamos nunca, nunca lo vamos a terminar”, afirmó.

Como alternativa concreta, propuso que el gobierno, al menos, coloque el caño madre a la orilla de la ruta. “A partir de ahí, nosotros nos organizamos. Conseguimos ayudas, buscamos donaciones para poder llevar el agua hasta nuestras casas. Pero necesitamos una base, una conexión. Seguimos estando a 30, 50, 60 o 100 km del agua que nunca llega”.

Un llamado desde el desierto: agua para vivir

El mensaje de Nadia Aguirre resume el dolor de un pueblo olvidado, pero también su determinación por seguir luchando. La campaña “Unidos por el Agua” logró lo que muchas veces no logran los funcionarios: verlos, escucharlos, abrazarlos con presencia real.

Ahora, la comunidad espera que el Estado no mire para otro lado. El agua no es un favor. Es un derecho humano. Y como dijo Aguirre, ya no hay tiempo para más promesas.

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