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Vivir con esclerosis múltiple, el día a día de un sanjuanino: "La vida sigue, distinta"
En el Día de la Esclerosis Múltiple, Damián Coronado relató su historia de vida sobre cómo es vivir con esta enfermedad neurológica crónica que afecta al sistema nervioso central.
Por Federico Mir Muñoz 30 de mayo de 2025
Damián Coronado tiene 33 años y hace cinco recibió una noticia que cambió para siempre la manera en la que se relaciona con su cuerpo, con el mundo y con su futuro: fue diagnosticado con esclerosis múltiple (EM), una enfermedad neurológica crónica e impredecible que afecta al sistema nervioso central. Justamente el 30 de mayo se celebra el Día de la Esclerosis Múltiple, por lo que este luchador de la vida decidió contar su historia.
“Todo empezó con cosquilleos en las piernas, algo leve, como si se me durmieran sin razón. Después vinieron los mareos, la vista nublada... y un día me desperté y no sentía bien un lado del cuerpo. Ahí ya fue tipo: ‘Bueno, algo no está bien’”, recordó en diálogo con DIARIO HUARPE.
Lo que siguió fue una batería de estudios y una resonancia magnética que le puso nombre al problema. “Cuando el neurólogo me lo dijo, no entendí nada. Me sonó a algo terminal. Fue como si una parte de mí se apagara. Se terminó esa idea que tenía de lo que era estar sano”, contó.
La esclerosis múltiple es una enfermedad autoinmune que puede causar una amplia variedad de síntomas: desde visión borrosa hasta pérdida de coordinación, fatiga intensa o debilidad muscular. Afecta principalmente a jóvenes adultos y, aunque existen tratamientos para reducir los brotes, no tiene cura.
Damián, que trabaja como diseñador gráfico freelance, asegura que vive con la incertidumbre como compañera constante. “A veces estoy bien, y otros días me cuesta vestirme. Es un cansancio que no se parece a nada. No es ‘dormí poco’. Es como si el cuerpo te dijera ‘hasta acá llegamos hoy’”, afirmó.
Uno de los grandes desafíos de convivir con la EM es que, muchas veces, los síntomas no se ven. Eso genera una brecha con el entorno, incluso con los más cercanos. “Me ven en la calle y piensan que estoy bárbaro, pero por dentro estoy hecho mierda”, lanzó con brutal honestidad.
Damián también habló de las pérdidas invisibles: “Algunos amigos se alejaron. No supieron cómo estar. Pero también hubo otros que se quedaron, que bancaron mis días malos y mis tiempos”.
Sobre el futuro, prefiere no hacer grandes planes. “¿Cómo proyectás algo si no sabés cómo vas a estar mañana?”, se preguntó. A pesar del miedo, intenta mantenerse activo, seguir con el tratamiento y evitar que la enfermedad le marque el ritmo. “Cuando puedo reírme, lo hago. Porque si algo entendí en estos años, es que la vida sigue, distinta, sí... pero sigue”.
Su relato no escapó al costado emocional. Se refirió al temor a formar una familia, a ser visto como una carga: “Me pasó de contarle a alguien que tenía EM y que se alejara. Duele, obvio. Pero también hace que valores mucho más a quienes se quedan”.
La aceptación fue un proceso largo: “Aprendí a escucharme, a no exigirme de más. A veces me siento fuerte, y otras no quiero levantarme de la cama. Aprendí a no pelearme con eso”.
Damián no se considera un ejemplo ni un caso especial. Solo alguien que intenta hacer lo mejor que puede con lo que le tocó. “No es que uno se vuelve sabio o positivo porque sí. A veces estás harto. Pero también aprendés a celebrar las pequeñas victorias: un día sin dolor, poder salir a caminar, o simplemente reírte sin sentir culpa”, sostuvo.
La esclerosis múltiple no le impidió seguir con su vida, pero la cambió para siempre. Y aunque la incertidumbre sigue siendo parte de su rutina, también lo es la resiliencia. “Estoy vivo, y mientras pueda seguir diciendo eso, sigo adelante”, sentenció.