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Salud y Bienestar > Psicología

Estos son los tres rasgos comunes en personas con trastorno de ansiedad

Conocer los rasgos de personalidad ayuda a mejorar la atención y acompañamiento de quienes la padecen.

POR REDACCIÓN

Hace 6 horas

El trastorno de ansiedad generalizada es una de las condiciones psicológicas más extendidas en la actualidad. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada cuatro personas experimentará algún tipo de trastorno de ansiedad a lo largo de su vida, y la cifra va en aumento desde la pandemia. Aunque los síntomas pueden variar, los especialistas destacan que existen tres rasgos que aparecen con frecuencia en quienes conviven con esta condición.

El primero es la preocupación excesiva y constante. Las personas con trastorno de ansiedad tienden a anticipar escenarios negativos incluso ante situaciones cotidianas. “El pensamiento ansioso es anticipatorio: la mente se adelanta a posibles amenazas, muchas veces irreales, generando un estado de alerta permanente”, explica la psicóloga clínica Mariana Figueroa, especialista en salud mental y trastornos emocionales.

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Esta preocupación no se limita a un solo tema —como el trabajo o la salud—, sino que suele ser difusa y persistente, lo que provoca una sensación de falta de control. El resultado es un agotamiento emocional que impacta en el sueño, el apetito y la concentración. “La ansiedad consume energía mental porque el cerebro está en modo defensa, como si algo malo fuera a pasar en cualquier momento”, agrega la profesional.

El segundo rasgo común es la hipervigilancia, un estado de observación extrema del entorno o de las sensaciones corporales. Quienes sufren ansiedad suelen estar pendientes de cada cambio físico —un latido acelerado, una sensación de mareo o una respiración más rápida— e interpretan esos signos como peligrosos. Esa reacción se debe a la activación del sistema nervioso simpático, el mismo que responde ante amenazas reales.

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“Cuando el cuerpo está en alerta constante, cualquier estímulo puede percibirse como una señal de peligro, y eso refuerza el ciclo ansioso”, señala Daniel López, médico psiquiatra. La hipervigilancia no solo agota, sino que puede derivar en ataques de pánico o en dificultades para disfrutar de situaciones cotidianas, ya que el foco está puesto en controlar lo que podría salir mal.

El tercer rasgo característico es la conducta de evitación. Ante la sensación de malestar o temor, muchas personas optan por evitar lugares, actividades o conversaciones que asocian con ansiedad. Si bien esta conducta alivia momentáneamente la tensión, a largo plazo refuerza el miedo y limita la vida social y emocional. “El mecanismo de evitación es uno de los más dañinos, porque reduce el contacto con lo que genera ansiedad, impidiendo que la persona aprenda que puede manejarlo”, aclara Figueroa.

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Los especialistas remarcan que estos tres patrones —preocupación excesiva, hipervigilancia y evitación— pueden presentarse en distintos niveles y no siempre implican un trastorno clínico. Sin embargo, cuando interfieren de manera significativa en la rutina, el descanso o las relaciones, es necesario consultar a un profesional de la salud mental.

El tratamiento suele combinar terapia cognitivo-conductual, que ayuda a identificar y modificar pensamientos distorsionados, con técnicas de relajación, ejercicio físico y, en algunos casos, medicación. “La ansiedad no se cura negándola, sino aprendiendo a convivir con ella de manera saludable. Cuanto antes se aborda, mejor pronóstico tiene”, afirma López.

La buena noticia es que la ansiedad es tratable. Existen herramientas efectivas y programas de acompañamiento psicológico, tanto en el sistema público como en el privado. Reconocer los síntomas y hablar de ellos es un paso fundamental para derribar el estigma y poner la salud mental en el centro del bienestar personal.

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