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Cultura y Espectáculos > Ícono del rock

De Escocia al Conurbano: las historias más locas de Luca Prodan

Tras escapar de la Interpol y la heroína, Luca Prodan fundó Sumo para grabar su nombre en la eternidad del rock.

POR REDACCIÓN

Hace 9 horas
Prodan nació en Roma y asistió al prestigioso colegio Gordonstoun.

El 22 de diciembre de 1987, el rock argentino perdió su brújula más extravagante con la muerte de Luca Prodan en su habitación. Dos días antes, en el Club Atlético Los Andes, el músico italo-escocés se despidió con un premonitorio “Ahí va la última” antes de interpretar una poderosa versión de “Fuck you”. Su partida, causada por un paro cardíaco debido a una hemorragia interna provocada por la cirrosis, cerró un ciclo que incluyó fugas del colegio Gordonstoun y una lucha contra la heroína en Londres.

Junto a Germán Daffunchio, Alejandro Sokol y Stephanie Nuttal, Prodan dio vida a Sumo, banda que comenzó ensayando en un sótano de El Palomar. Allí, un niño llamado Sergio Grosso solía molestarlos tirando piedras hasta que un día entró al lugar; cuando Roberto Pettinato intentó echarlo, el pequeño lanzó un desafiante “Vaffanculo”, lo que despertó las risas de Luca. No fue el único momento de rebeldía: durante la filmación de un corto de Rodrigo Espina, Prodan se negó a saltar entre edificios exclamando “¡Ni en pedo!”.

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Incluso en situaciones tensas, como una detención en San Nicolás tras cruzar un semáforo en rojo, Luca lograba transformar el ambiente tocando canzonetas italianas con la guitarra en el escritorio del comisario. Su honestidad era innegociable; en un boliche de Rosario, al descubrir que el dueño no tenía dinero para pagarles, advirtió a sus compañeros que “hay un fucking problema”. Al explicar que “nos quiere pagar con una bolsa de anfetaminas”, decidió tocar por respeto al público antes de tirar la droga en el camino.

En sus viajes, Prodan mantenía una mirada particular sobre su entorno. Al hospedarse en el Hotel Carrasco, confesó que “las camas hacen ruido, es medio dark, pero a mí me gusta”. Para el líder de Sumo, la estética de los lugares era fundamental: “Es más lindo mirar al techo y ver esos vitrales en vez de una lamparita de última”, le dijo a un periodista mientras sus compañeros llenaban el ascensor con estatuillas decorativas.

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