Comunidad > El bosque en silencio
¿Quién fue Jane Goodall? La mujer que nos enseñó que todos somos una familia
La primatóloga británica falleció a los 91 años mientras se encontraba en una gira de conferencias. Pionera en el estudio de los chimpancés, Goodall revolucionó la ciencia con sus descubrimientos y dedicó su vida a la defensa de la naturaleza. Su legado trasciende la biología: nos recordó que todos somos parte de una misma familia.
Este 1 de octubre de 2025, el mundo despertó con la noticia de que Jane Goodall, la científica que cambió para siempre nuestra forma de mirar a los animales y a nosotros mismos, había fallecido. Su muerte la confirmó el Instituto Jane Goodall a través de un emotivo mensaje en sus redes sociales: “Los descubrimientos de la Dra. Goodall revolucionaron la ciencia, y fue una incansable defensora de la protección y la restauración de nuestro mundo natural”.
A los 91 años, Goodall murió por causas naturales en California, mientras participaba de una gira de conferencias. Apenas unos días antes, en México, ofreció su última charla pública, bajo un título que parece haber sido elegido con intención profética: “Razones para la esperanza”. Quienes la vieron allí, describen a una mujer de cuerpo frágil, pero mirada firme y energía intacta, transmitiendo, como siempre, un mensaje de compromiso, ternura y urgencia.
La joven que redefinió lo humano
Hablar de Jane Goodall es contar una historia de audacia. En 1960, con apenas 26 años y sin formación académica formal, llegó a las selvas de Gombe, en lo que hoy es Tanzania, con el apoyo del paleontólogo Louis Leakey. Él vio en Jane algo que la ciencia necesitaba: una mente libre de preconceptos. Y no se equivocó.
Después de meses de paciencia, observó lo que nadie había registrado hasta entonces: un chimpancé, David Greybeard, usando una herramienta. El animal modificaba una rama para extraer termitas de un hormiguero. Aquel instante obligó a replantear los límites entre “humanos” y “animales”. Leakey fue tajante: “Ahora debemos redefinir ‘herramienta’, redefinir ‘hombre’ o aceptar a los chimpancés como humanos”.
Jane no solo documentó ese comportamiento; también identificó emociones, estructuras sociales complejas y vínculos afectivos profundos entre los chimpancés. Fue la primera en nombrarlos —en vez de numerarlos— y en hablar de tristeza, alegría, celos o duelo en sus relaciones. Para muchos, eso era “poco científico”. Para ella, era simplemente verdad.
Una vida guiada por la empatía
Goodall no estudió a los chimpancés desde la distancia. Los conoció, los acompañó, los comprendió. Su metodología, basada en la empatía y la convivencia, marcó un antes y un después en la etología. Entre sus historias más conmovedoras, está la de Flo y su cría Flint. Tras la muerte de la madre, Flint cayó en una profunda depresión y murió pocas semanas después. Jane interpretó y documentó este vínculo como una evidencia irrefutable de que los animales también sienten, también sufren, también aman.
A lo largo de más de 60 años de trabajo en Gombe, Goodall revolucionó el modo en que comprendemos nuestra relación con los animales. Fue crítica del antropocentrismo, defendió que la inteligencia y las emociones no eran patrimonio exclusivo del ser humano, y empujó los límites de la ciencia hacia una comprensión más compasiva del mundo natural.
De la selva al mundo: una activista incansable
A mediados de los años 80, Jane dejó el paraíso de Gombe para emprender una misión aún más difícil: salvar lo que estaba siendo destruido. Comprendió que ya no bastaba con observar; había que actuar. La destrucción del hábitat, el tráfico ilegal y el cambio climático requerían otra clase de intervención. Así nació su faceta activista: desde entonces, recorrió el mundo más de 300 días al año durante décadas, llevando su mensaje a foros internacionales, escuelas, universidades y comunidades rurales.
En 1991 fundó “Roots & Shoots” (Raíces y Brotes), un programa de educación ambiental para jóvenes que hoy está presente en más de 70 países. A través de esta iniciativa, Goodall sembró esperanza y acción en miles de niños y adolescentes, con un mensaje claro: “Cada persona marca la diferencia. Cada día, con nuestras decisiones, construimos el futuro del planeta”.
Reconocimientos y legado
Goodall fue reconocida en vida con numerosos premios: la Medalla de Tanzania, la Medalla Hubbard de la National Geographic Society, el Premio Gandhi/King por la No Violencia y la distinción como Dama del Imperio Británico. En 2002, fue nombrada Mensajera de la Paz de la ONU, un rol que ejerció con la misma pasión que su trabajo en la selva.
Pero su mayor legado no está en los diplomas ni en las medallas, sino en una transformación cultural profunda. Nos enseñó que no somos superiores a otras especies, sino parte de un todo interconectado. Que la empatía no es una debilidad, sino una herramienta poderosa para la ciencia, la educación y la vida. Que la naturaleza no necesita ser conquistada, sino comprendida y protegida.
La sabia del bosque
El silencio se ha instalado en Gombe. Pero no es un silencio vacío. Es el eco de una vida vivida con propósito, del susurro de hojas y del crujido de ramas que aún guardan la memoria de una mujer que se atrevió a mirar a los ojos a otro ser vivo y ver en él un igual.
Su partida deja un vacío, sí. Pero también una semilla. Porque si algo nos enseñó Jane Goodall, es que la esperanza no es ingenua: es una decisión consciente, una responsabilidad compartida, una promesa con la vida. Hoy, más que nunca, esa promesa nos pertenece.
“La línea que nos separa de los demás seres vivos es más delgada de lo que creemos. Y allí, en esa frontera, está nuestra mayor responsabilidad”, Jane Goodall.