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Estrategias científicas para controlar el estrés, la ansiedad y el miedo
Conocer y aplicar técnicas efectivas puede ayudar a gestionar estas emociones complejas que afectan el bienestar diario y evitar que dominen nuestra vida.
POR REDACCIÓN
El estrés, la ansiedad y el miedo se han convertido en desafíos constantes en la sociedad actual, afectando de manera significativa el equilibrio emocional y físico de las personas. Estos estados pueden alterar gravemente el bienestar, por lo que es fundamental conocer métodos efectivos para manejarlos adecuadamente.
El estrés, aunque inevitable en cierta medida en la vida moderna, surge por múltiples factores como dificultades económicas, responsabilidades familiares, incertidumbre sobre el futuro y metas personales. Cada individuo desarrolla sus propias formas de afrontarlo, pero existen 15 técnicas avaladas por la ciencia que pueden ayudar a controlar estas emociones.
Los expertos definen el estrés como una reacción compleja que se activa ante amenazas físicas o mentales a la estabilidad del organismo, desencadenando respuestas psicológicas, fisiológicas y conductuales destinadas a enfrentar esas situaciones.
Cuando estos estados se presentan con frecuencia, es aconsejable buscar ayuda profesional, ya que un psicólogo posee las herramientas adecuadas para abordarlos en casos moderados o severos. Sin embargo, también es posible manejar episodios de forma autónoma mediante la incorporación de hábitos saludables y estrategias diarias.
1. Integrar el mindfulness en la rutina diaria: Practicar atención plena constantemente, no solo en momentos puntuales, permite aceptar y vivir el presente sin prejuicios, reduciendo el impacto del estrés y la ansiedad.
2. Replantear el miedo: Aunque se percibe como negativo, el miedo es una respuesta natural que protege y ha sido clave para la supervivencia. La terapia y la exposición controlada a situaciones temidas ayudan a disminuir la vulnerabilidad y a manejarlo mejor.
3. Permitir el descanso: Respetar los tiempos de recuperación física y mental es vital, ya que la presión por «estar bien» rápidamente puede ser contraproducente. El descanso contribuye a la recuperación emocional y física.
4. Hacer ejercicio regularmente: La actividad física es un método eficaz para reducir el estrés y la ansiedad. Psicólogos recomiendan incluir deportes o ejercicios que resulten placenteros como parte de la terapia.
5. Cambiar la percepción sobre la ansiedad: Interpretarla como una energía que impulsa a la acción, en lugar de un malestar, favorece un mejor manejo emocional y mayor bienestar.
6. Reconocer lo positivo: Elaborar listas que contrasten preocupaciones con aspectos favorables de la vida ayuda a equilibrar la visión y aumentar la resiliencia.
7. Observar el conjunto: Aprender a distinguir qué pensamientos merecen atención y cuáles no, evitando que la mente se concentre en escenarios negativos repetitivos que generan ansiedad.
8. Usar el humor: Enfrentar las situaciones con una actitud lúdica puede transformar las tareas en desafíos divertidos, disminuyendo la tensión.
9. Establecer prioridades: Organizar las actividades por orden de importancia y aprender a decir no permite evitar la sobrecarga mental.
10. Ayudar a los demás: Contribuir al bienestar ajeno también aporta satisfacción y mejora el estado emocional propio.
11. Disfrutar del chocolate negro: Consumir 40 gramos diarios durante dos semanas puede reducir el estrés y aliviar síntomas depresivos, siendo un placer que contribuye al bienestar.
Además, cultivar un diálogo interno positivo y dedicar tiempo para reflexionar fortalece la salud mental y la autoconfianza. Es importante comprender que el estrés es una respuesta fisiológica que nos motiva y protege, pero debe mantenerse bajo control para evitar secuelas.
La ansiedad, por su parte, se manifiesta con diversos síntomas físicos como tensión muscular, palpitaciones o mareos, que pueden surgir sin causa aparente. Reconocer estos signos y aprender técnicas de respiración relajada es esencial para evitar que la ansiedad interfiera en la vida diaria.
En definitiva, no se trata de evitar el estrés, la ansiedad o el miedo, sino de comprender su función y gestionarlos para que no dominen nuestra existencia, incorporando hábitos y actitudes que favorezcan el bienestar emocional y físico.