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Tras una larga y dura espera, una nuevejulina fue beneficiada con una de las 219 casas del IPV

Luisa Ponce y su familia, oriundos de Las Chacritas, obtuvieron su casa propia tras dos décadas de espera en el IPV. Con cinco hijos —uno de ellos con discapacidad—, relataron entre lágrimas cómo fue llegar hasta ese momento.

Por Federico Mir Muñoz
Hace 11 horas

Jesús, el ganador de la casa.

En medio de aplausos y emoción contenida, Luisa Ponce recibió la noticia que esperó durante veinte años: su familia fue una de las beneficiadas en el último sorteo del IPV (Instituto Provincial de la Vivienda). Oriundos de 9 de Julio, en Las Chacritas, la alegría fue doble: después de vivir en condiciones precarias y sin un techo propio, lograron el sueño que parecía imposible.

“Sí, la verdad que sí, muy emocionada, muy feliz”, dijo a DIARIO HUARPE apenas supo que les había tocado la vivienda. “Llegó el momento que tocó la casa, que estábamos esperando hace muchos años, así que demasiado feliz, agradecida a Dios”, agregó con la voz quebrada, mientras abrazaba a uno de sus hijos.

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La historia de esta familia comenzó hace dos décadas, cuando se inscribieron en el IPV sin saber cuánto tiempo debían esperar. En ese entonces, vivían en una finca, en una casa prestada por el empleador del esposo de Luisa. “No teníamos casa, no teníamos lote, no teníamos nada”, recordó. En un momento crítico, cuando su marido estaba por perder el trabajo, Luisa decidió actuar: “Fui a hablar con el intendente, le planteé la situación y él nos dio un lote”.

Ese terreno fue clave para sostener la esperanza. “Nosotros ya estábamos inscriptos en el IPV”, aclaró. En ese lote comenzaron a construir, a fuerza de sacrificio, lo poco que podían. Pero la vivienda definitiva, la que ofreciera condiciones dignas para sus cinco hijos, aún estaba lejos.

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Uno de ellos, Jesús, nació con artrogriposis múltiple congénita, una enfermedad que le afectó desde la cadera hacia abajo. “Tiene 12 operaciones hechas”, contó Luisa. “Desde su corta vida ha luchado para salir adelante”. Jesús es uno de los grandes motivos por los cuales esta familia nunca bajó los brazos.

Con 18 años cumplidos, Jesús respondió con una sonrisa tímida pero firme. “Siempre saliendo adelante”, expresó. “Mi papá y mi mamá me enseñaron eso: salir adelante”. Terminó el secundario y, aunque no siguió estudiando, se armó su propio negocio. “Vendo bebidas, todo tipo de bebidas. Y sí, me gusta estar ahí”, contó. Todos los días abre el local y trabaja con entusiasmo. “El día a día no es nada fácil, pero bueno, se sigue”, resumió.

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El momento del sorteo fue una mezcla de nervios e incredulidad. “Estábamos con el número 2”, contó Jesús. “Una felicidad muy linda, enorme, sinceramente”. Cuando nombraron a su familia, se miraron entre todos sin poder creerlo. “¿Vos como tu mamá se esperaban ganar hoy?”, le preguntaron. “Y no, no sabíamos en realidad, vinimos por las dudas”.

Hoy, esa duda se transformó en certeza. Y la certeza, en emoción pura. La familia Ponce ya no deberá preocuparse por mudanzas forzadas, ni por techos prestados. Ahora tienen un lugar propio, una casa esperada, peleada y ganada con paciencia, dignidad y lucha.

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